domingo, 13 de noviembre de 2011

“Factores políticos, sociales y económicos que permitieron la conquista”

Durante la época prehispánica el pueblo mexicano podemos decir que se encontraba dividido, pues el pueblo mexica era quien tenía el mayor control sobre los pueblos que se encontraban a su alrededor, además de que los mexicas expandían su territorio mediante guerras de conquista, lo que no le agradaba a los otros pueblos, pues además de ser tomados como esclavos tenían que rendir un tributo.

La inconformidad de los pueblos hacia los mexicas tuvo gran influencia en los españoles, pues ellos al darse cuenta de la desunión que existía así como la inconformidad decidieron aliarse con los pueblos  inconformes, prometiéndoles liberación del yugo azteca, ante lo cual la mayoría acepto.

Durante el proceso de colonización, los españoles tomaron el control de las actividades productivas de mayor rendimiento como la minería; junto con esto, realizaron una sistemática explotación del trabajo de indígenas, negros y castas, que constituyó la base de la economía colonial.

Generando una explotación, tanto de los indígenas, como de los recursos que necesitaban.            En tanto hallaban los ansiados metales, los peninsulares comenzaron la explotación de la masa indígena, obligándola a trabajar las tierras en su beneficio. En sus nuevas propiedades, los colonizadores aclimataron plantas aquí desconocidas, tales como el plátano, el arroz y la caña de azúcar que crecieron en regiones tropicales; el trigo, que prosperó en las tierras templadas y frías; árboles frutales: manzanos, perales, ciruelos, naranjos; hortalizas: cebollas y ajos; flores: rosas, claveles, jazmines y lirios; y lograron producir vainilla,  y tabaco. A lo largo del siglo XVI promovieron además la cría de gusano de seda y el cultivo de morera, café, lino, cáñamo, vid y olivo, que fueron prohibidos al poco tiempo.

La agricultura tenía mediana relevancia en esa época. Los productos  tradicionales más los de origen europeo únicamente cubrían la demanda de los habitantes de la colonia. Algunas materias primas como la granada, pintura roja que los indígenas sacaban de la cochinilla, se trabajaban intensamente para su exportación.
Por otro lado, los descubrimientos de ricos yacimientos de oro y plata pronto convirtieron a la minería en la principal actividad de la Nueva España. Los peninsulares se habían trasladado hacia América buscando este tipo de fortuna, ya que en esos tiempos el concepto de riqueza se basaba en la cantidad de metales precisos que una persona o gobierno poseía, la Corona durante ese periodo percibía impuestos importantes por metales extraídos.

martes, 6 de septiembre de 2011

Cocay


Leyenda Maya - Leyenda prehispanica
Quizá alguna noche en el campo hayas visto una chispa de luz que brilla y se mueve de un lado a otro; esa luz la produce el cocay, que es el nombre que le dan los mayas a la luciérnaga. Ellos saben cómo fue que este insecto creó su luz, esta es la historia que cuentan:
Había una vez un Señor muy querido por todos los habitantes de El Mayab, porque era el único que podía curar todas las enfermedades. Cuando los enfermos iban a rogarle que los aliviara, él sacaba una piedra verde de su bolsillo; después, la tomaba entre sus manos y susurraba algunas palabras. Eso era suficiente para sanar cualquier mal.
Pero una mañana, el Señor salió a pasear a la selva; allí quiso acostarse un rato y se entretuvo horas completas al escuchar el canto de los pájaros. De pronto, unas nubes negras se apoderaron del cielo y empezó a caer un gran aguacero. El Señor se levantó y corrió a refugiarse de la lluvia, pero por la prisa, no se dio cuenta que su piedra verde se le salió del bolsillo. Al llegar a su casa lo esperaba una mujer para pedirle que sanara a su hijo, entonces el Señor buscó su piedra y vio que no estaba. Muy preocupado, quiso salir a buscarla, pero creyó que se tardaría demasiado en hallarla, así que mandó reunir a varios animales.
Pronto llegaron el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Muy serio, el Señor les dijo:
—Necesito su ayuda; perdí mi piedra verde en la selva y sin ella no puedo curar. Ustedes conocen mejor que nadie los caminos, las cavernas y los rincones de la selva; busquen ahí mi piedra, quien la encuentre, será bien premiado.
Al oír esas últimas palabras, los animales corrieron en busca de la piedra verde. Mientras, el cocay, que era un insecto muy empeñado, volaba despacio y se preguntaba una y otra vez:
—¿Dónde estará la piedra? Tengo que encontrarla, sólo así el Señor podrá curar de nuevo.
Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupó de la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.
—Aquí nadie la descubrirá —se dijo—. A partir de hoy, yo haré las curaciones y los enfermos tendrán que pagarme por ellas.
Pero en cuanto pensó esas palabras, el venado se sintió enfermo; le dio un dolor de panza tan fuerte que tuvo que devolver la piedra; luego huyó asustado.
Entre tanto, el cocay daba vueltas por toda la selva. Se metía en los huecos más pequeños, revisaba todos los rincones y las hojas de las plantas. No hablaba con nadie, sólo pensaba en qué lugar estaría la piedra verde.
Para ese entonces, los animales que iniciaron la búsqueda ya se habían cansado. El zopilote volaba demasiado alto y no alcanzaba a ver el suelo, la liebre corría muy aprisa sin ver a su alrededor y el venado no quería saber nada de la piedra; así, hubo un momento en que el único en buscar fue el cocay.
Un día, después de horas enteras de meditar sobre el paradero de la piedra, el cocay sintió un chispazo de luz en su cabeza:
—¡Ya sé dónde está! —gritó feliz, pues había visto en su mente el lugar en que estaba la piedra. Voló de inmediato hacia allí y aunque al principio no se dio cuenta, luego sintió cómo una luz salía de su cuerpo e iluminaba su camino. Muy pronto halló la piedra y más pronto se la llevó a su dueño.
—Señor, busqué en todos los rincones de la selva y por fin hoy di con tu piedra —le dijo el cocay muy contento, al tiempo que su cuerpo se encendía.
—Gracias, cocay —le contestó el Señor— veo que tú mismo has logrado una recompensa. Esa luz que sale de ti representa la nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia. Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.
El cocay se despidió muy contento y fue a platicarle a los animales lo que había pasado.
Todos lo felicitaron por su nuevo don, menos la liebre, que sintió envidia de la luz del cocay y quiso robársela.
—Esa chispa me quedaría mejor a mí; ¿qué tal se me vería en un collar? —pensó la liebre.
Así, para lograr su deseo, esperó a que el cocay se despidiera y comenzó a seguirlo por el monte.
—¡Cocay! Ven, enséñame tu luz —le gritó al insecto cuando estuvo seguro de que nadie los veía.
—Claro que sí —dijo el cocay y detuvo su vuelo. Entonces, la liebre aprovechó y ¡zas! le saltó encima. El cocay quedó aplastado bajo su panza y ya casi no podía respirar cuando la liebre empezó a saltar de un lado a otro, porque creía que el cocay se le había escapado.
El cocay empezó a volar despacio para esconderse de la liebre. Ahora, fue él quien la persiguió un rato y en cuanto la vio distraída, quiso desquitarse. Entonces, voló arriba de ella y se puso encima de su frente, al mismo tiempo que se iluminaba. La liebre se llevó un susto terrible, pues creyó que le había caído un rayo en la cabeza y aunque brincaba, no podía apagar el fuego, pues el cocay seguía volando sobre ella.
En eso, llegó hasta un cenote y en su desesperación, creyó que lo mejor era echarse al agua, sólo así evitaría que se le quemara la cabeza. Pero en cuanto saltó, el cocay voló lejos y desde lo alto se rió mucho de la liebre, que trataba de salir del cenote toda empapada.
Desde entonces, hasta los animales más grandes respetan al cocay, no vaya a ser que un día los engañe con su luz.

domingo, 28 de agosto de 2011

Origen del hombre americano

A mi punto de vista el estudio del origen del hombre en America me parace que no a todos es de gran interes, pues aunque puede ser un tema llamativo su estudio se basa en teorias que no han sido comprobadas del todo y sobre todo que aunque muchas de ellas tienen una relación entre si, ninguna puede afirmar ser la verdad sobre el poblamiento de nuestro continente, ademas de que la relacion entre que existe entre ellas asi como semejanzas igual tiene diferencias. Lo que todos damos por hecho es que todo el mundo esta poblado y sin importar si nuestra creencia se basa en teorias o en religion, el punto es que se podria seguir estudiando e investigando pero con el paso del tiempo se pueden seguir creando diversas hipotesis que no se sabe si al final lleguen a una verdad sobre el poblamiento de America.